
Bendito seas, Dios todopoderoso,
en Jesucristo, tu Hijo amado.
Él, hecho obediente hasta la muerte,
fue constituido Rey del universo.
Su nombre está sobre todo nombre.
Su Reino es eterno y universal
como el amor en que se funda:
un Reino de verdad y de vida,
un Reino de servicio y humildad,
un Reino de santidad y de gracia,
un Reino de justicia, de amor y de paz.
Reconocemos y proclamamos hoy, Padre,
la realeza única de Jesús.
A su luz cobran un sentido distinto
nuestras ideas de poder y de mando.
Él es el rey humilde, que, desde la cruz,
atrae a sí todas las cosas.
Él es el pastor bueno,
que da la vida por los suyos.
No vino ha ser servido y agasajado,
sino a servir y renunciar a sí mismo.
Él no domina desde arriba,
como los gobernantes de este mundo,
sino que se pone a la altura de los pobres y humildes,
para elevarnos a todos, haciéndolos hijos de Dios.
Él es el amigo fiel.
Su fuerza es la confianza en el Padre
y en la humanidad entera.
Su ley es el amor.
Nos dirigimos a Ti, Padre, y te pedirnos
para que sea reconocida la dignidad
y la igualdad de todos ante el único Rey y Señor, Jesucristo.
Agradecidas por tu Hijo y por el Reino
que en El has preparado para todos,
queremos dar a Cristo, nuestro Rey
y, con Él a Ti, su Padre y nuestro Padre,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor, bendición y gloria,
ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén